La soberanía alimentaria no tiene un origen corporativo o institucional; por tanto, nace como un mecanismo de defensa y reacción del pequeño campesinado frente a los importantes impactos que sobre los productores, el medioambiente y la calidad de los alimentos tienen las políticas neoliberales aplicadas a la agricultura y la alimentación, y el cuidado de las semillas autóctonas, una premisa importante de la lucha campesina que a prima facie significa el cambio en los cultivos y en los sistemas de producción de semillas autóctonas por las semillas modificadas genéticamente y que mediante el derecho de propiedad industrial le pertenecen en exclusiva a las empresas multinacionales.